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16 de enero de 2008

Ahora sí que iré a votar

Durante estos últimos años, en diferentes entradas de este blog y contactos con amigos y allegados comenté que si Gallardón iba en las listas del partido a cuya base desprecia profundamente, solamente la llamada desesperada de gente como Regina Otaola me harían desistir de mi intención de abstenerme en las próximas elecciones.
No soy persona proclive a confiar mi representación política a personas que, generalmente, no me pedirán mi opinión en decisiones que me afecten y que acabarán dándole todas las prebendas a la artillería del enemigo. Por eso, pudiendo haberlo hecho desde el inicio de la Constitución, jamás voté en elección alguna y sólo deposité mi papeleta cuando el referéndum OTAN (para votar NO). El 14 de marzo de 2004 rompí con mis principios y me lancé a la urna, pensando que no votaba a un partido, sino que apoyaba al Gobierno de mi Nación, que había sido puesta en cuestión en su propia esencia. Mucha gente, algunos en mi entorno -¡qué dolor!-, abstencionistas coinvencidos como yo, vieron la oportunidad contraria y eligieron a este Bobierrno, no sé si de penenes o de peleles, para que se dedicara al caos. Lo lograron, vaya si lo lograron.
Ahora, me resurgían las dudas de si Rajoy y su partido usarían nuestro voto para desfacer tantos entuertos -algunos más parecen enciegos- o volveríamos a ver situaciones como aquellas en que colocaron a un Ministro de Defensa del enemigo y marearon la perdiz con los famosos papeles del CESID y lo de pasar página.
Estas tres noticias seguidas, acontecidas entre ayer y hoy, me devuelven la esperanza -y no va con segundas-: Pizarro, Gallardón y Otaola, tres apellidos, tres buenas noticias.
No es mucho, pero cuente con mi voto, señor Rajoy.

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