En vista de... [la carta de Ismael Medina a zETA]
CARTA ABIERTA A UNO QUE SE DICE PRESIDENTE DEL GOBIERNO DE ESPAÑA
I . DE CÓMO TRATARLE CON URBANIDAD Y REALISMO
EL primer escollo que debo superar a la hora de escribir esta carta pública es el tratamiento que le debe un español de filas. Nada de excelentísimo, una vez que tales ringorrangos han sido desterrados en aras del igualitarismo socialista, sólo teórico a tenor de los hechos. Y puesto que el PSOE y sus socios nos devuelven con creciente énfasis a lejanos tiempos frentepopulistas podría echar mano de los que entonces eran válidos: camarada o compañero.
No sería correcto el uso de camarada para dirigirme al secretario general del Partido Socialista Obrero Español, que de español ha tenido poco o nada desde sus comienzos. Y menos ahora. Camarada encierra una connotación histórica y militar que colisiona con un socialismo de alacena, al parecer empeñado en destapar la fosa séptica de su época más cerril. Sugiero para mejor información sobre el término camarada, y también para marcar distancias, la lectura de las casi cinco páginas que Rafael García Serrano le dedica en su insuperable "Diccionario para un macuto" (Editora Nacional 1964). Añadiría, si acaso, que en mis prematuros tiempos de afiliado a la Confederación Nacional del Trabajo de España ( así está escrito en el carné confederal, en mi caso el número 1045252 *, correspondiente al Sindicato Unico Provincial de Enseñanza de Jaén, Sección de Estudiantes) era lo habitual llamarnos camaradas, igual que sucedía en Falange Española, de la que por entonces tenía una idea bastante nebulosa. Bien es cierto que existían otras coincidencias no sólo formales, como llamar centuria a la unidad paramilitar equivalente a la compañía del Ejército o los colores rojo y negro de las respectivas banderas. Ya entrada la guerra se vio forzada la dirección de la CNT a imprimir en negro la contraportada del carné, pues al abrirlo componía la bandera falangista.
Más apropiado sería el uso de compañero, habitual entre socialistas y comunistas de la preguerra y de la guerra, hoy tan unidos como entonces en el empeño de cargarse España. Pero compañero es el que acompaña y yo en nada acompaño a quienes amargan mis últimos años de existencia y potrean a mi pueblo. Las reglas de urbanidad que aprendí de mis padres y en la escuela pública, a las que sigo siendo fiel, me aconsejan tratarle de usted aunque no se lo merezca.
SUSO DEL TORO, su numen ideológico y de pensamiento tan trastabillado como el de usted, acaba de presentar el libro untuoso, más que servilmente hagiográfico, "Madera de Zapatero. Retrato de un presidente". Lo fue a bombo y platillo ante la plana mayor del partido y Progres Unidos S.L. en la sede del Instituto Cervantes. Un centro oficial sostenido con los dineros de los contribuyentes. Un mínimo sentido del decoro debió aconsejarle que tal baño de vanidad personal se celebrase en campo neutro y a su costa o la del partido. Pero pedirle a usted la honestidad de diferenciar entre lo personal y lo público es lo mismo que esperar de mi perro Chico II que cante la "Traviata". Fue tal apego que hacia usted siente el tal Suso, tanta su emoción, tanto su deslumbramientos hacia quien le llena la bolsa y tan exultante su admiración que su parloteo en el acto de presentación más bien parecieron la apasionada endecha de un enamorado.
Y como no me va tipo alguno de servidumbres y nací inconformista, fiel a mis ancestros, la presentación del panegírico de Suso del Toro me impulsa a escribirle esta epístola contrabiográfica, o biográfica a mi modo de tunelador de silencios, que acaso nunca llegue a leer.
USTED nació en 1960 y yo en 1923. Le llevo de ventaja 37 años. Un conjunto de años vitales para entender la ensoñación que le motiva para ser a un mismo tiempo nieto de uno de los abuelos y su reencarnación. El lastre del infantilismo emocional y de la incapacidad para una consistente elaboración ideológica le han llevado a hacer suya pareja mentalidad a la de aquellas Juventudes Socialistas Unificadas que se pasaron al Partido Comunista y a la total dependencia del "padrecito Stalin" con Santiago Carrillo al frente. Un "compañero" que incluso renegó de su padre socialista en una indigna carta de adiós político que anticipaba su siniestra catadura. Hoy es un demócrata tan falso y aprovechado como usted. Y mañana volvería a las tétricas andadas que le ensucian si usted consigue que España reviva la confrontación en la que participó el abuelo que ahora, resurrecto, habita en su mal amueblado cerebro.
¿Usted es usted o es como esos juegos de espejos que repiten distorsionada la imagen hasta el infinito, en alucinante baile caleidoscópico? ¿O acaso imita al "hombre de las mil caras", aunque en realidad sólo tenga una y poco recomendable que oculta con las demás? Juega cada día a engañar a los españoles y es usted el que a la postre se engaña. Resulta inquietante, sin embargo, que entre querer engañarnos y engañarse el resultado sea una aterradora confusión en que se despeña España por la pendiente de un enconado tribalismo.
Corría el año 38 cuando me tomó bajo su protección en el Sindicato Unico de Enseñanza de la CNT un viejo y pintoresco libertario al que en alguna ocasión me referido. Entre los muchos consejos que me dio viene éste a colación: "Sea cual sea el camino profesional que tomes, chocarás con alguien que estará por encima de ti y tratará de hacerte daño y cortarte el camino. Antes de enfrentarte a él procura conocer todo su pasado y estudiarlo a fondo, hasta el punto de meterte dentro de su cabeza y prevenir por anticipado cómo actuará". No eché en saco roto la recomendación y he practicado ese juego en más de una ocasión cuando en el periodismo me enfrentaba a un poderoso que me era inaccesible. Un empeño comprometido y enojoso que me proporcionó algún que otro éxito. Pero el mecanismo es complicado con usted. Y no por ser una suerte de Maquivelo postmoderno, sino por lo contrario. Me refiero a su simplicidad mental, equivalente a la de esos niños entre caprichosos y paranoicos que esconden enfermizos complejos de inferioridad tras ristras de mentiras, ensartadas como salchichas. Son impredecibles para sus padres y hasta para avezados psicólogos.
HE leído casi todas las biografías que sobre usted se han publicado desde que se hizo visible como mascarón de proa del grupo Nueva Vía, presentado como proyecto socialista que permitiera al PSOE "recuperar la credibilidad y la confianza de los ciudadanos". Usted conoce de sobra que no había tal, sino una complicada conspiración interna del partido que acabó con la candidatura de Borrell, el mejor situado para sustituir a González, y luego dio al traste con la opción de Almunia y las aspiraciones de Bono, cuyo cerebro, de tan acomodaticio, parece bañado en glicerina. Es posible que usted se creyera elegido por ser el hombre más capaz para llevar adelante la regeneración socialista y la recuperación del poder que perdió Felipe González, al que tanto admiraba y a quien tanto debía en sus ascensos dentro de la burocracia política del PSOE. ¿Cayó en la cuenta de que los de Nueva Vía lo usaron como paréntesis táctico para justificar el eventual retorno de González como salvador de un socialismo en quiebra? Creo que sí. Habitante durante tantos años en los sotanillos del partido, algo aprendió que le ha sido muy útil; que el mundo de la partitocracia es un mercado de tratantes en el que las voluntades se compran y se venden. Como las de Bono o de Guerra, por poner sólo dos ejemplos sintomáticos.
Se daba por seguro que las elecciones de 2004 las ganaría de nuevo el Partido Popular, aún sin Aznar al frente. Los reveses electorales del PSOE frente a Aznar habían superado lo previsto y González decidió retirarse a sus negocios internacionales, sólidamente consolidados durante su largo mandato como presidente del gobierno. Pero agazapándose en Gobelas para manejar, sin comprometerse, los hilos del partido, aunque a la postre se haya convertido en recadero entres usted, PRISA, el sátrapa marroquí y sus compañeros neomarxistas iberoamericanos.
El fracaso electoral y la lucha interna de las facciones forzaron la convocatoria del congreso en el que debía dirimirse la sucesión. Tras las eliminaciones antes apuntadas se precisaba vestir el mono de la crisis con un rostro de conveniencia y a plazo fijo. Usted lo sabía, o lo barruntaba, y se prestó al juego hasta el punto de declamar el discurso que le habían preparado los promotores de la corriente Nueva Vía ante su incapacidad par hilvanarlo. Fue ese el motivo de que nada más ser promovido se desprendiera de los que en principio podían hacerle sombra y se rodeara de una caterva de resentidos personajillos cuya mediocridad e incompetencia le aseguraban una fidelidad perruna, además de satisfacer su insaciable vanidad con continuos halagos. Obsesión depuradora en la que ha persistido y característica de quienes acceden a puestos de poder sin capacidad para ejercerlos. No aceptó en su círculo de confianza a quienes, aún siendo leales, puedan hacerle sombra o, por contraste, poner en evidencia su cortedad. Sólo admitió situar en posición clave al sospechosamente incombustible Pérez Rubalcaba, muñidor de la movida ilegal de entre el 11 y el 14 de marzo que le proporcionó la victoria electoral. Se lo impuso el triángulo. Desde los tiempos de González ejerce el papel de comisario político. Y si llega el caso, y eso conviene a la estrategia mundialista, no vacilará en propinarle la puñalada trapera.
Y retorno en este punto a un pasado que explica el origen de su actual esquizofrenia política.
NO fue impedimento la ejecución del abuelo paterno para que sus descendientes prosperasen sin mayores dificultades durante el régimen de Franco. Usted pertenece a una familia de clase media leonesa y buen pasar. Su abuelo materno, apenas fugazmente aludido en sus biografías y al que raramente recuerda, fue un prestigioso pediatra, acorde con el régimen, a cuyo interés por cuidar de sus nietos le debe haber nacido en Valladolid. Su padre, Juan Rodríguez García, ejerció sin problemas su profesión de abogado. Pudo enviarle a cursar la enseñanza primaria en una escuela pública de las que en la ciudad había algunas de indudable calidad. Pero prefirió que la recibiera en el Colegio de las Discípulas de Jesús. Y el Bachillerato en el Colegio Leonés. Nada "progresista" comparece en ese primer tramo de su existencia. Y algo debió quedarle puesto que contrajo matrimonio eclesiástico con Sonsoles y bautizó a sus dos hijas cuando usted ya se había rebozado en harina socialista. Me pregunto si le guiaron convicciones religiosas más o menos adormiladas o careció de voluntad para proclamarse ateo y oponerse a exigencias familiares y sociales. Para entonces ya conocía la carta de despedida de su abuelo que, según las biografías hagiográficas del partido y sus propias declaraciones, le hizo cambiar radicalmente su percepción política y encaminarle hacia el socialismo. Y soñar posiblemente con ser la espada vengadora del abuelo fusilado. Pero en esto, como en todo, usted navega entre dos aguas. Es de los que siempre están dispuestos a hacer suyas las razones del interlocutor de turno aunque no las crea y luego las traicione. O a embestir contra quienes puedan amenazar su escalada dictatorial. De ahí que, a fuerza de sonrientes y fraudulentas concesiones, se tope con atolladeros que intenta resolver con renovadas artimañas y bajadas de pantalones.
Fueron muchos los hijos y nietos que perdieron violentamente a sus mayores a uno u otro lado de la España partida en dos por la guerra, sin que hayan vuelto a reavivar la memoria de los suyos hasta que usted accedió al poder y se empecinó en exhumarla de manera sectaria y envilecida. A este respecto quisiera hacerle algunas consideraciones para aclararle las ideas y subrayar que, según evidencia día tras día, es usted un analfabeto funcional en materia histórica y en ciencia política.
Los procesos revolucionarios como el que caracterizó al socialismo, al comunismo y al anarquismo, radicalizado hasta el extremo tras la llegada al poder del Frente Popular con decisorio respaldo soviético, producen dos efectos inmediatos: la reacción del segmento de la sociedad agredida; y la quiebra institucional del Estado, la cual desemboca en situaciones anárquicas y hace posible que salgan de las alcantarillas las ratas ansiosas de sangre, sea por pruritos políticos o, en la mayoría de los casos, para satisfacer venganzas personales. La diferencia entre los campos enfrentados estriba, al menos en términos de formalidad legal, en el tiempo que uno u otro tarden en restablecer el entramado institucional del Estado y en imponer su autoridad. En zona roja no se logró, ni tan siquiera cuando Largo Caballero procedió a una reforma del sistema revolucionario de Justicia, más sobre el papel y a efectos de propaganda exterior que para impedir la prosecución de los desmanes. Esa autoridad se restableció con cierta presteza en la zona nacional. Y al amparo de algo que se oculta y que usted debería conocer.
SI se toma la molestia de leer el contenido de los bandos de guerra que se difundieron a partir del 18 de julio de 1936, comprobará que la acción dirigida por el general Mola y seguida por una gran mayoría de mandos militares se encaminaba a restablecer el orden de la II República, subvertido en términos revolucionarios por el Frente Popular. Y que la represión se realizó al amparo del Código de Justicia Militar vigente en la República, y de las leyes de Orden Público y de Vagos y Maleantes, también republicanas. Habría de transcurrir tiempo para que la Ley de Orden Público de la II República fuera sustituida por otra del naciente Estado Nacional que apenas si introdujo algunas correcciones técnicas. La tan denostada censura franquista provenía asimismo de la II República
Su abuelo, que había participado activamente en la represión de Asturias a las órdenes del también masón general López Ochoa, al que de nada valieron su izquierdismo y el mandil. Socialistas y comunistas no le perdonaban su actuación en la revolución de Asturias. Lo sacaron del hospital militar de Carabanchel y le dieron el "paseo". No corrió la misma suerte su abuelo. Defensor militar de tres de los responsables alzados contra el gobierno de la República en Asturias, se implicó plenamente en el proceso revolucionario del Frente Popular. Existen documentos, que usted conocerá, en los que el comité revolucionario del Frente Popular leonés reclamaba a Martínez Barrio con anterioridad al alzamiento militar la remoción urgente del comandante de la Guardia de Asalto, calificado de monárquico, y que fuera sustituido por su abuelo, quien les merecía máxima confianza. No hubo respuesta de Martínez Barrio, en cuya condición de alto grado del Gran Oriente de España y presidente provisional del la República se confiaba. Pese a ello, se encomendó preventivamente a su abuelo, implicado en los preparativos para la revolución en marcha, la toma del gobierno militar, anular a quienes lo ocupaban y facilitar el paso de los mineros que bajarían desde Asturias hacia Valladolid y Madrid. Su abuelo intentó cumplir ese compromiso con la colaboración de las milicias frentepopulistas, las cuales esperaban completar el armamento que habían acumulado en la clandestinidad con el que se tomara a los militares. Fracasó en el empeño, fue detenido, sometido a juicio sumarísimo y condenado a muerte por un Tribunal Militar conforme a la legalidad republicana todavía vigente. Con tales antecedentes le sugiero que reflexione y se dé respuesta a esta pregunta: ¿Cree usted que si su abuelo hubiese tenido éxito habría impedido que se reprodujese en León una orgía exterminadora análoga a la del resto de la zona roja? Aduzco como confirmación que se registraron algunos hechos de esta índole antes de que la intentona de su abuelo se viera frustrada.
VII. DE CÓMO LE MARCARON SUS FRUSTRACIONES Y COMPLEJOS
TRAS este recordatorio inevitable acerca de su abuelo retorno a sus cómodos tiempos mozos en que se sumaron otros complejos a los acumulados durante su infancia de niño de carácter endeble y de limitado vigor físico. Complejos que no logró superar ya mozo, pese a que su altura destacaba sobre la de sus compañeros y, además, tenía fama de guapo entre las chicas. Y que se acrecieron cuando intentó descollar en baloncesto. Pero no logró sobresalir. Su talla parecía la apropiada. Pero le invalidaba su complexión asténica. Aquel fracaso le marcaría de por vida. También ahora, aunque se esfuerce en disimularlo.
Hace bastantes décadas me explicó un amigo psiquiatra que para descifrar el comportamiento de un dirigente, fuera político o no, procurase conocer su infancia y juventud. Y en particular, sus frustraciones y envidias. Aquel consejo me ha servido de mucho. En alguna ocasión, y tras rastrear en sus respectivos pasados, he tratado de explicar las frustraciones y envidas que incitaron a González para instalar su "Bodeguilla" en la Moncloa y para que Guerra preñara a una chica de la baja aristocracia sevillana. Usted ha seguido parejo camino para superar sus complejos. Una vez llegado al poder, el cual maneja como si España fuera una finca que puede disfrutar y enajenar a su antojo, se hizo construir pistas de baloncesto para jugar con lameculos que le jalean. Unos y otros, también usted, por supuesto, se comportan como nuevos ricos y tiran de largo de los fondos públicos igual que si se tratara de bienes patrimoniales. También Sonsoles ha encontrado junto a usted la manera de satisfacer sueños que le eran inaccesibles hasta llegar a la Moncloa.
VIII. DE CÓMO TREPÓ EN LA ESTRUCTURA BUROCRÁTICA DEL PARTIDO
TENÍA usted 18 años cuando en 1979 se afilió a las juventudes del PSOE, aireando como salvoconducto el recuerdo de su abuelo fusilado y seducido, según alardeaba, por los discursos de Felipe González, lo que da a entender la fragilidad y lo aleatorio de sus convicciones socialistas. ¿Pudo hacerlo antes? Estoy seguro que sí, de habérselo propuesto. Fue uno de tantos que escondieron sus ansias revolucionarias, si las tenían, hasta que el horizonte quedó despejado. Franco había muerto cuatro años antes y a la edad que usted tenía entonces éramos bastantes los que, todavía con menos edad, nos habíamos implicado en contiendas políticas con anterioridad y de una u otra manera.
Siguió usted la estela paternal y se licenció en Derecho con la primera promoción (1983) de la Facultad creada en León. No parece que descollara, pese al bajo nivel docente del centro, al decir de algunos de sus compañeros de estudios. Ya para entonces se había convertido en secretario general de las Juventudes Socialistas. Y de inmediato fue designado secretario de la agrupación local socialista de León, amparado por Angel Capdevilla que mangoneaba el partido en la provincia y lo impuso a otros militantes de solera que aspiraban al cargo y le incordiaban. Así comenzó su carrera política, en la que tuvo mucho que ver la protección de Felipe González. Corrían los años de gobierno socialista y consiguió que le contratara el Departamento de Derecho Constitucional de la Facultad en la que acababa de licenciarse, plaza que le fue adjudicada al margen del preceptivo concurso público. Eran tiempos de prodigalidad dedocrática socialista. Sucesivas prórrogas de aquel contrato anómalo le librarían de cumplir el servicio militar, por entonces obligatorio. A usted no le iban, por supuesto, opciones vitales que, como la Milicia, implican sacrificio y rigor. Optó por la cómoda vía de la burocracia partitocrática, a cuyo amparo fue incluido como número dos en la candidatura socialista por León para las elecciones de 1986. Un pasaporte seguro para lograr asiento en el Congreso de los Diputados, luego renovado legislatura tras legislatura.
Dicen las crónicas que usted logró abrirse paso en el encrespado socialismo leonés como pontonero entre las facciones enfrentadas. Y que así se ganó la confianza de los capitostes de Madrid. Muy distinta es la opinión de los que se sintieron burlados por sus promesas y cucamonas y luego quedaron tirados en la cuneta. Es indudable, en cualquier caso, que gozó de una favorable cobertura en los medios que controlaba el partido de manera directa o indirecta. Usted sería hoy un desconocido en el supuesto de un sistema que primara calidad y méritos contrastados. Acaso se haría notar como vendedor de fantasías.
No creo necesario, por de sobra conocido, insistir en lo que ocurrió después hasta su elección sorpresiva como secretario general del PSOE. Fue durante todo ese tiempo un disciplinado instrumento de la dirección del partido en la bancada socialista y en las comisiones para las que fue designado, las más de las veces para sacar provecho a su creciente fama de templador de gaitas. Pero no resisto la tentación de anotar algunas apreciaciones sobre su endeble personalidad.
ANTES me he referido a su complexión asténica, la cual equivale a debilidad y decaimiento considerable de fuerzas. Cualquiera puede percibirlo si para la atención en su vestimenta y en sus maneras. Algo aprendí de sastrería cuando, durante los veranos conquenses, contemplaba absorto el trabajo de mi tío Octavio, un gran profesional del ramo. A usted le ensanchan y espesan las hombreras de sus trajes y le rellenan las pecheras para disimular sus carencias estructurales. También le alargan los faldones y evitan ceñirle la cintura para ocultar la cortedad del torso y la altura de caderas. Flamean mangas y pantalones a causa de la escasa consistencia muscular de brazos y piernas. Soy bastante lerdo a la hora de sacar provecho a los recursos de la informática, pese a la sencillez de los programas de mi Mac. Pero en alguna ocasión ensayo a divertirme torpemente con ellos, como intercambiar su cabeza con la de María Teresa Fernández de la Vega. El resultado es espectacular: podrían compartir ropero. Hasta me atrevería a sostener que los alardes juveniles de la Fernández de la Vega cuadran más con su rostro aniñado que con el de vieja presumida y amargada de la vicepresidente y portavoz. Una suerte de ajada gata siamesa de la política que enseña las uñas amenazadoras cada vez que le preguntan por los desvaríos del gobierno o se lanza en picado sobre el PP si desde sus filas le cantan las verdades del barquero o cometen errores que se presten al destripamiento.
Sus maneras son asimismo acordes con su astenia física y mental. Observo con curiosidad creciente sus apariciones fotográficas y televisivas. También sigo con parejo interés su envarada y artificiosa oratoria. Esta última es como su pensamiento: vacua, entrecortada y con el estrambote de reiteración de la cola par dar tiempo a que enhebren la siguiente frase sus perezosas neuronas. Y es que, pese a presumir de lecturas, es usted oyente más que lector. Le soplan los argumentos y usted los repite fraccionados, casi como aquel lenguaraz loro guineano que durante años tuvimos en "Arriba". Su problema, uno entre tantos, radica en que sus soplones son tan mediocres o más que usted. Demagogos deslenguados los más, entre los que, por supuesto, Pepiño Blanco, ducho a la hora de la fantasmagoría y del vilipendio, pero que en la vida normal no habría pasado de burócrata de bajo nivel. Un don nadie a una nariz pegado.
UN columnista francés escribió tiempo atrás que su manera de hacer política era femenina. Presumo que su intención era la de subrayar un soporte instintivo, propio del sentimiento, más que apegado a la lógica. Considero que es suficiente esta apreciación para soslayar equívocos. Si acaso, para mayor claridad, añado el recuerdo de una de las enseñanzas, nada desdeñable, que me traje de una prolongada estancia en Israel como enviado de Pyresa a la llamada guerra de los seis días. Mozos y mozas cumplían juntos tres años de servicio militar obligatorio. Además de prepararlos para la guerra permanente en que su país está envuelto, se buscaba favorecer los enlaces entre los vástagos de judíos de muy variada procedencia y consolidar el patriotismo "sabra". Pero, una vez integrados definitivamente en el Tsahal, ninguna mujer entraba a formar parte de las unidades de combate. Se las destinaba a misiones en que, como las de vigilancia, centinela o servicios secretos, su instinto, intuición, tenacidad y perseverancia, están mucho más desarrollados que en los varones. Y esta es la gran cuestión de la diferencia, de sobra explicada por biólogos, neurólogos, psiquiatras o psicólogos. Una cosa es la memez de las cuotas impuesta por un feminismo de marimandonas e insatisfechas, y otra cosa muy distinta el libre juego de la funcionalidad, en la que es maestra la naturaleza.
Existen hombres que sin ser maricones, son afeminados, feminoides o tienen especialmente desarrolladas las cualidades intuitivas y del sentimiento características de la mujer. Y mujeres que, sin ser lesbianas, adolecen de modales hombrunos, a las que el lenguaje popular califica de machorras. Sucede así que cuando en un matrimonio o pareja de hecho (un eufemismo equivalente a amancebamiento) se juntan una y otra de las especies apuntadas, también se ha dicho secularmente que en esa casa es la mujer la que lleva los pantalones.
Podría haberme ahorrado las anteriores explicaciones, de sobra conocidas y nada originales. Pero vivimos tiempos de rebuscadas traslaciones en el lenguaje y de imperativo totalitario de lo políticamente correcto. Y resulta inevitable explicar con una cierta minuciosidad lo que podría solventarse con muy pocas palabras ancladas en la semántica. Usted, por ejemplo, baja las escaleras con un cierto ritmo femenino. Se le nota sobre todo cuando son muchos los escalones, como es el caso de las escalerillas que se adosan a los grandes aviones de representación. Y llama asimismo la atención la frecuencia en juntar las manos a la altura de la pelvis en forma simbólica del monte de Venus, de igual manera que simbólicamente hacen las feministas.
Un tic acaso consecuencia de haber hecho suya como bandera política de gobierno, o desgobierno, la del feminismo radical. La mirada de sus ojos garzos nunca es acerada y agresiva, ni tan siquiera cuando pretende ofrecer la imagen de dureza en las réplica a la oposición durante los debates parlamentarios, los cuales delega en sus acólitos siempre que puede. Y es de sobra conocido que rehuye lo más posible pernoctar lejos de la protección hogareña, hasta el punto de escandalosos desplantes diplomáticos como el famoso de la suspensión de la concertada visita de Estado a Polonia o el abandono apresurado de alguna reunión internacional para tomar el avión y dormir en Madrid si no le acompaña Sonsoles. de la que se dice en su entorno que manda en la Moncloa, al menos en asuntos internos, y a cuyos caprichos se pliega usted con llamativa docilidad.
USTED ha dado motivos bastantes para confirmar que el sentimiento, convertido en apasionamiento incontrolable, prevalece sobre la razón. Si fuera un mindundi no tendría mayor relevancia esa inclinación. Pero se convierte en fuente de graves problemas para la nación y para la sociedad cuando se trata de la razón de Estado.
A un cabal hombre de Estado jamás se le habría ocurrido hacer de la memoria fantasmal del abuelo frentepopulista un empeño desmesurado de revisionismo político e histórico, pasados ya casi tres cuartos de siglo de su fusilamiento y con la nefanda consecuencia de reavivar enfrentamientos fratricidas que la mayoría de los españoles creíamos superados. Ni ganarse la inquina del pueblo norteamericano, que no sólo del presidente Bush, al permanecer sentado al paso de su bandera nacional, desplante propio de un niñato que en otro país le habría valido la descalificación política de por vida. Ni aprovechar el genocidio del 11 de marzo de 2004 para, con absoluto desprecio a los más elementales hábitos electorales, y convertir a las víctimas en agresión revolucionaria al partido contrincante para auparse al poder. Ni el apresuramiento en sacar de manera vergonzante a nuestra tropas desplegadas en Iraq, sin reparar en los daños políticos que se derivarían para España, que no para usted, y sin tomar en consideración que el gobierno socialista presidido por Felipe González había enviado soldados de reemplazo a ese mismo escenario en la primera Guerra del Golfo, cual convenía a la alianza del Estado español con los Estados Unidos de Norteamérica y otros Estados occidentales. Ni tomar partido como presidente del gobierno por los candidatos de izquierda presunta o real que en los USA, Alemania y Francia fueron derrotados, provocando nuevos añadidos a la desconfianza política de gobiernos con los que nuestras relaciones son vitales. Ni calibrar que su apasionado y fraternal entendimiento con las satrapías neocomunistas iberoamericanas no sólo se volverían contra España, sino que nos enajenarían aún más el repudio de las cancillerías occidentales. Ni que el pagar deudas ocultas al déspota de Marruecos de nada serviría para aplacar sus demagogia irredentista, Ni que sospechosa sumisión a Marruecos y la traición a los saharauis nos enajenaría el favor de Argelia, nuestro principal abastecedor de gas natural y país en el que muy sólidos intereses tienen nuestras empresas petrolíferas. Ni que la bufonada de la Alianza de Civilizaciones daría cobertura a la creciente expansión territorial del fundamentalismo terrorista islámico y a su pretensión de ocupar lo que llaman Al Andalus, en realidad toda España. Ni que el despegue de la índole militar de las fuerzas aliadas en Afgnistán y Líbano y la función pasiva encomendada por usted a nuestras tropa allí desplegadas nos condenan a la marginación en la OTAN, confirmada por el estrepitoso fracaso de la candidatura del JEME. Ni que la necia ensoñación de convertirse en nuevo Príncipe de la Paz, mediante turbias negociaciones con el terrorismo etarra y las fraudulentas cesiones de soberanía del Estado a sus aliados y protectores nacionalista no ha hecho sino empeorar las cosas. Ni que la promoción del Estatuto anticonstitucional de Cataluña y las improvisadas y discriminatoria inversiones en aquella taifa sólo ha servido para acentuar su deriva hacia el independentismo, además de provocar un nefasto efecto dominó estatutario. Ni que su desmadrada política de transferencias a las taifas ha desembocado en un alucinantes galimatías de todo orden, incluido el fiscal, sin duda alguna el más perturbador de todos. Ni que una política económica descabellada deje a España en pelota viva cuando entra en crisis el sistema financiero internacional. Ni que la capacidad adquisitiva de los españoles pierde fuelle y las capas de la sociedad más apuradas por el coste de las hipotecas y el crecimiento de al inflación y el desempleo, usted se dedique, usted se dedique a malgastar el dinero público en derrames exteriores de oropel y sin fundamento, amén de en demagógicas iniciativas presuntamente sociales con fines electorales para su partido, que, además de cargar buena parte de su sostenimiento sobre los gobiernos autonómicos, se convierte en el chocolate del loro a efectos prácticos. Ni que su empeño en ahondar la corrupción de la sociedad, del que es una consecuencia la aberrante Educación para la Ciudadanía, desemboque en un sórdido remedo de la granja orwelliana y en una insoportable inseguridad social. Ni que su desmesura totalitaria haya desquiciado la Administración de Justicia y llevado el descrédito a instituciones básicas como el Tribunal Constitucional o el Consejo de Estado. Ni que, con su consentimiento o sin él, haya utilizado a la Corona como cobertura para sus trapisondas y haya contribuido a su descrédito.
TODO lo anterior demuestra que a usted le importa un bledo la existencia de España si a cambio de su destrucción consigue permanecer en el poder, aunque sea convertido en una entelequia. Es cierto que, con notoria irresponsabilidad y torpeza, lo dejó claro al sostener que la nación es discutida y discutible. Usted ha tenido en su mano corregir errores y vacíos constitucionales, amén del nefasto sistema electoral, mediante un acuerdo con el Partido Popular, tal que ha logrado Angela Merkel en Alemania. Pero será imposible mientras siga asentado en la Moncloa. Su odio visceral a cualquier opción conservadora le ha conducido a una recalcitrante, obtusa y descabalada de situar como prioridad del gobierno hacer la oposición a la oposición y a provocar en esta lógicas reacciones, más o menos agrestes, que aprovechan los medios que masivamente que el partido controla, además de algunos columnistas resentidos, para arrearle estopa a Rajoy, y subsidiariamente a Aznar, con el objetivo inequívoco de mermar sus opciones electorales. Usted insiste en proclamar que si el PP ganara las elecciones, aunque fuera por un solo voto, no repetiría como presidente del gobierno. Pero han sido tan gruesas su mentiras y tan reiteras sus trampas, que cualesquiera de sus coartadas suenan a cuento chino.
Ahora utiliza los fondos del Estado en propaganda electoral con anuncios institucionales amparados en el logotipo de "Gobierno de España". ¿Pero quién puede creerlo cuando favorece su disgregación y son dirigentes de su propio partido los que se niegan a cumplir la Ley de Banderas e izar la de España en sus balcones y despachos?
Su verídico lema de gobierno y electoral sería "Siga yo, aunque se hunda España". Y con esta penosa convicción me despido.
Ismael Medina
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