Traición

Reconozco que, supongo que como muchos de todos nosotros, me he ido haciendo preguntas sobre las conductas manifiestas de zETApé y sus secuaces. A lo largo del tiempo que va desde su nombramiento como Secretario General de su partida hasta hoy, cada actuación política o chorrada oral o gesticular me hacía adjetivar al monigote con una etiqueta diferente, todas con la característica común de intentar englobar a las anteriores.

Al principio, cuando iba de bueno, de Bambi, ya me pareció a mi más falso que un Rubalcaba con pelo. No sé porqué, pero me olía a chamusquina aquello de querer pactar con el PP cómo acabar con ETA. Fue la primera ocasión en que quiso presentar al PP como no dialogante, pues supuso que Aznar le iba a decir que de firmar pactos, nada de nada. No importó, ello ayudó a fijar la idea de que zETApé era bueno, que los malos eran los irredentos radicales que quemaban sedes y llamaban asesinos a los diputados del PP.

Todas sus actuaciones anteriores han ido dejando claro que quizás la etiqueta que mejor le cuadre es la de Traidor. No porque haya traicionado a los que le siguen, que engordan cada día con sus fechorías; ni siquiera a los que nos gusta la democracia y la libertad, pues me huelo que nunca fue de los nuestros. No traiciona a España ni a los españoles, conceptos que rebotan en sus neuronas de guardia. ¿Quizás, traidor a la ley y a la justicia? ¡quiá! ¿qué es eso?

Pacta y chalanea con todos aquellos que, como él, desprecian a España y a sus leyes de hombres libres: Mohamed, Otegui, Carod, Durán, Revilla, y otros pañuelos varios, que se coloca cada vez que quiere hacer saber que está en la traición permamente a las 192 incautas víctimas que dieron su vida para que se lleve un ejército de cocineros a sus vacaciones.

Lo malo es que, como les pasa a todos los déspotas que en el mundo han sido, su paranoia le obligará a llevar otro ejército de coperos (no de la COPE, ¡vade retro!) y catadores por si el veneno.

¿Será por ello que está organizando su ejército personal?