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19 de marzo de 2006

Condicionamiento clásico de un Cándido

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En los históricos experimentos de aprendizaje con perros, Pavlov pretendía condicionar un acto autónomo, como era la insalivación ante la presencia de alimento, a la simple presencia de un estímulo discriminativo (una señal). Así, tras repetidos episodios de presentación de la comida con la señal, con la consiguiente insalivación del animal, se conseguía que las glándulas salivares funcionaran sólo con la presentación de la señal.

Dice Cándido (es)Conde-Pumpido hoy en La Bola Independiente de Ceberio que cuestiona la decisión del magistrado porque es "preocupante" y "grave" por "prescindir de la posición del Ministerio Público".

Ya le pasa como al perro de Pavlov: funciona, de manera automática, con la sola presentación de una señal de decencia democrática como la protagonizada por el juez Grande (nunca mejor dicho). 103 "incidentes violentos" durante una huelga ilegal promovida por una organización ilegal, no es señal suficiente para poner en marcha la saliva justiciera de Cándido (es)Conde, que sí apareció a raudales por las comisuras de sus fauces cuando dos militantes de un partido democrático mantenían una "actitud vociferante", o cuando, ¡ay!, que el juez mete a los malos en la cárcel, ¡click!, aparece la señal y el condicionamiento surte su efecto.

¿Qué deberíamos pensar, entonces, en el caso de Otegui? ¿Algún fallo en el proceso de interpretación de las señales (hay teorías al respecto)? ¿Aparición de una señal diferente que implique la puesta en marcha de actuaciones tácticas? No sé, el caso es que es bastante raro que los buenos avisen, con varios días de antelación, a los malos de que van a ir a por ellos, ya que, como es lógico, éstos actuarán como se espera: poniendo las máximas dificultades a ser atrapados. Pero, claro, Cándido es M.A.L.O.

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