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20 de junio de 2008

No puedo con él (Gallardón, por supuesto)


Mira que, entre que estuve unos días de vacaciones y que esta semana he estado a verlas venir con lo de Federico, no he querido decir nada del muy ilustre Gallardón. Pero -siempre los peros- es que es un por demás el cultivo a las maneras democráticas de este gran carcamán, si es que un carcamán puede ser grande, que esa es otra.
Sin entrar en lo de Federico, que si entro me pierdo, sus fazañas democráticas en favor de los enemigos de su partido, y en contra, faltaría más, de los responsables de buena parte de los votos cosechados por él y sus conmilitones, son legendarias.

Pero por no ir muy lejos, sólo mencionaré dos: el boicot en su último viaje a China de la emisora que más ha hecho por conseguir votos para el PP y, más cercano, la obsequiosidad con esa emisora de televisión donde habitan los que con más delectación atizan, ahora a los amigos de España y la Libertad, y, antaño, al Mariano que nos engañaba.

Pero lo que más me escandaliza es la desenvoltura con la que proclama lo antojadizo de su actuación: a uno le cobro, a otro no; a éste le pido seis, pero a éste otro treinta y seis. Supongo que es que habrá una Ley que hable de la aleatoriedad en la actuación administrativa, que, por supuesto, para estas cosas siempre hay leyes. También, con Franco.