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30 de noviembre de 2006

Detrás

Dicen que detrás de cada gran hombre hay una gran mujer. No sé si es totalmente cierto o si hay ocasiones en que al lado de cada gran hombre hay una gran mujer y que éstas permanecen en su sitio incluso después de haber sido asesinado el hombre.
Hablo del ejemplo que nos ha mostrado la viuda de Gregorio Ordóñez, que ha dado una rueda de prensa el día que comenzaba el juicio contra la alimaña que mató de un tiro en la nuca a su marido. Hablo de la hermana de Gregorio Ordóñez, que durante estos años ha estado de forma pública denunciando la barbarie de los asesinos. Hablo de María Sangil, que no sólo ha aceptado el testigo de seguir la estela de Gregorio Ordñez, si no que en estos momentos es el único referente de partido político fiel a sus principios democráticos y de aplicación de la ley.
La calma y la entereza con la que declaró en el juicio, la valentía de mirar a la cara al ejemplar de subespecie humana que estaba confinado en una jaula de cristal blindado, hacen que me sienta obligada a escribir sobre la admiración que me provoca. La renuncia que esta mujer, madre de familia, ha decidido hacer, porque piensa que sus hijos se merecen un futuro mejor que el presente que ella está viviendo, es impresionante. Como impresionante es que los que negaron escolta a Gregorio Ordóñez hablen, con voz quejicosa e intentado conmover sobre la situación de los que están lejos de sus casas en cárceles.... ¡pero es que no están como premio, oigan! Es que están cumpliendo condena por haber asesinado o ayudado a que otros lo hicieran a personas como Gregorio Ordóñez. Están separados de la sociedad porque piensan que es lícito matar a los que no piensan como ellos, así de simple.

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