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2 de agosto de 2006

Memoria HistÉrica (V) - ¿Quién era "míster X"?

REGISTRO : 6019
FECHA : 18-feb-1994
SECCION : PORTADA
EDICION : A
COLUMNA : 2
PAGINA : 1
LEAD : MARTIN PRIETO: Mis conversaciones con el "señor X" (I)
TITULO : Bajo el volcán
Mis conversaciones con el "señor X" (I)
TEXTO : 1982. Ambos nos alojábamos en el hotel Ercilla de Bilbao, y habiéndonos encontrado e un ascensor, el "señor X" me convidó a almorzar. Hombres de negocios, políticos, mundo de la farándula poblaban los restaurantes del establecimiento, y antes por comodidad que por discreción, nos encontramos en su cuarto. Nos relajamos del ajetreo de cada uno, nos quitamos las chaquetas, y teniendo él la mesa poblada por cerros de papeles consumimos dos filetes con patatas en sendas bandejas sobre el asiento de dos sillas.
Entre bocado y bocado hablamos de lo divino y de lo humano y, tras un silencio masticador, me espetó: «¿Y qué pasaría si los etarras comenzaran a ser asesinados por ahí?». «¿Qué crees que pensaría la opinión pública?»
No dándome ocasión a contestar se explayó en un largo monólogo sobre la guerra sucia del Estado francés ordenada por el general De Gaulle contra el terrorismo de los ex militares y militantes de la O.A.S., partidarios de una Argelia francesa. Los servicios secretos galos organizaron un sistema de terror que aterrorizó a los terroristas, y emplearon, remuneradamente y con gabelas legales, a la mafia de Marsella. A tanto la cabeza, o carpetazo a tu expediente judicial. Se violaron todas las normas y, sobre todo, el «élan» de, a la postre, falsa tolerancia política francesa. El coronel Argoud, llamado por su brillantez a mandar el Ejército francés, prófugo, expulsado de su arma y asilado políticamente en la entonces República Federal Alemana, fue secuestrado por un comando de «barbouzes» (hampa, sicarios de la Policía) y depositado maniatado y amordazado dentro de una furgoneta frente a una comisaría de París. El incidente diplomático fue tronante, pero le juzgó y condenó una Corte de París. Además, tanta parafernalia, repleta de truculencias, era innecesaria por cuanto perdida Argelia lo único que estúpidamente procuraba la O.A.S. ya era la venganza cobrada en la vida de De Gaulle. Y también era peligroso, porque el Ejército llegó a estar histérico al ver que policías y delincuentes, de consuno, iban acabando con sus ex camaradas y amigos. Pero aquello funcionó, hubo «Amedos» en la cárcel comprados a golpe de talonario y serias amenazas, pero la suerte o la pericia apenas empañaron la «grandeur» francesa; se extinguió la O.A.S. casi por defunción y acabaron cicatrizando las llagas civiles. El mítico paracaidista general Massu aprovechó el mayo del 68 para pasar la cuenta, apoyó a De Gaulle y sus camaradas encarcelados de aquella «Organización del Ejército Secreto» fueron indultados; y aquí paz y después gloria.
El "señor X" parecía haber estudiado cuidadosamente aquellos ominosos sucesos en el país vecino, y sobre ellos mantenía una doble seguridad: podría funcionar trasladando el escenario de terror a los terroristas, y, haciéndolo en suelo francés, haría reflexionar al Gobierno vecino sobre sus propias experiencias. "X" no era un sanguinario. El supuesto suicidio de la banda Baader-Meinhoff en penitenciarías federales alemanas le repugnaba. Pero en el ilícito antiterrorismo de Estado encontraba un poquito de épica y bastante absolución popular. Podría escaquearme de aquella conversación comiendo en un hotel de Bilbao sobre el culo de dos sillas, pero soy sincero, y siéndolo, no beneficio mi figura. «La opinión pública no se escandalizará, a cambio de no saber nada. Una élite intelectual pondrá el grito en el cielo. Pero si hay una posibilidad de asesinar a los asesinos lo fundamental es hacerlo bien; con profesionalidad de relojero». Le contesté.
Me fui a América por largos años. En todo el Cono Sur, descolgándose de sus dictaduras militares, hallé las huellas de una guerra sucia antiterrorista que quebró el espinazo moral de las sociedades civiles. Aprendí la lección: si se puede matar por el bien común, robar a la nación por egoísmo personal no pasa de resultar una declinación de la solidaridad. "X" y yo, que posteriormente mantuvimos otras conversaciones sobre este asunto, tan resbaladizo, personales o mediante personas interpuestas, ignorábamos las siglas del G.A.L. y desconocíamos a Amedo hasta de nombre. Pero el «mal francés» nos infectó. Un entonces coronel de Estado Mayor de las Fuerzas de Seguridad del Estado planificó el G.A.L., que, por lo demás tenía antecedentes menos sangrientos en las administraciones de Adolfo Suárez. Ya no nos acordamos, pero hasta «Txiki» Benegas, cuando se comenzó a matar al otro lado de la frontera, declaraba que ya estaba bien de que los socialistas tuvieran que vivir en España dentro de un coche blindado mientras los etarras se tomaban tan tranquilos potes de vinito en San Juan de Luz. Las tesis de "X", por abyectas que resulten, triunfaron de alguna manera porque Francia se asustó de una guerra en su propio territorio, los etarras hubieron de dispersarse en su santuario, y la opinión pública española siguió mirando para otra parte, salvo su segmento más comprometido y distinguido. Lo que pasó es que el antedicho coronel hizo un pan como unas hostias y en vez de unos «barbouzes» desplegó a «Mortadelo y Filemón». Seguiremos escribiendo de mis conversaciones con "X", cuando dudemos de quién ha tiroteado a Amedo en una calle. Pero aunque resulte incomprensible, este hombre, mero arabesco lateral, balbuceando su libertad, me inspira una piedad pareja a la de sus víctimas inducidas.
FIRMA : MARTIN PRIETO

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