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2 de mayo de 2007

Antonio Herrero Lima, la libertad.

Han pasado nueve años desde su muerte y, aunque los quehaceres me impiden dedicar algo más de tiempo a poner algo diferente, no quiero dejar de recordarle. Por eso reproduzco la entrada que publiqué hace un año, y me emociono como si la estuviese escribiendo por primera vez.
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Murió en el año 1998, un dos de mayo como hoy. Nunca pensé que un vacío semejante se produciría en mi interior por la ausencia de alguien con quien no había cruzado una sola palabra en mi vida. Lloré, lloré desconsolado. No en vano fue durante los tres años anteriores la solución que dio continuidad a mi abandono de posiciones políticas sectarias.

«Lo terrible es que hoy lunes, a las siete, cuando suene el despertador, pondrás la radio y su voz ya no estará allí, libre, rebelde. Apasionada» Es exactamente esto que decía Antonio Burgos dos días después lo que yo invocaba cada mañana que lo escuchaba: libertad, rebeldía. Eso mismo que hoy siento cuando escucho a Federico o César Vidal.

En Libertad Digital, FJL escribía en el tercer aniversario de su muerte: «Antonio era el martillo pilón que desde primera hora de la mañana machacaba el empedrado de las conciencias. Era el altavoz de quienes no tenían voz y tampoco encontraban representantes políticos que canalizaran su indignación.» Tal cual. Toda la ideología retroprogre que aún quedaba en mi conciencia se fue diluyendo con la perseverancia subversiva del gran periodista que fue. Y, sobre todo, nunca le estaré lo suficientemente agradecido por darme la oportunidad de descubrir a Federico, cuya presencia, llevado de prejuicios estúpidos, había apartado de mi.

Descansa en paz, Antonio.

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