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19 de agosto de 2009

¿Chantaje?

Dice Rosa Díez que a su juicio «Zapatero ha enseñado a Cataluña que el camino del chantaje es el más útil»
Es una frase que tiene mucho intríngulis matizable. Veamos. El acto de enseñar es un acto intencional; no se enseña al desgaire, como quien no quiere la cosa, sino que la docencia ha de tener una conciencia didáctica. Uno ha de estar en condiciones de transmitir algún conocimiento al alumno. ¿Zapatero, conocimientos?. Je, je.

Otra cosa es aprender. Esto sí que se puede hacer sin querer, inconscientemente, al principio al menos. El abusón del cole, Jon Josep por ejemplo, se empeña todos los días en asustar con amenazas y bravuconadas varias a Marianín y sus amigos. Estos ya no saben qué hacer; hasta que un día, por azar, después de haber probado otras muchas piruetas, uno dice al grandullón: "Sí nos dejas tranquilos, te daré la mitad de mi bollicao". Lo que simplemente era un acto instintivo, muy ancestral (eso les gusta a los nacionalistas, que sea muy antiguo), como era el uso de la fuerza bruta contra quien sabes que no se va a defender, de repente, unido al bollicao, los hace más inteligentes: han aprendido que pueden conseguir cosas por medio de la fuerza y lo han hecho sin intención, simplemente porque los otros son unos miedicas que venden un poco de su estima a cambio de que los dejen en paz (esto me suena a actualidad política, pero no sé muy bien a qué).

En resumen, el miedo obliga a ceder, a desprendernos de aspectos materiales e inmateriales que de otra manera no perderíamos. Cuando otro u otros ejecutan este plan para arrebatarnos algo contra nuestra voluntad, nos están chantajeando. Si Jon Josep viene a mi y me dice que si no le entrego todos los diezmos, sólitos e insólitos, de «el estao», para mayor gloria de su gran herrikopaíso, me voy a enterar..., pues yo, con harto dolor de mi corazón, voy y me entero.

No es el caso de Zapatero. A este, que le piden nada, llama para recordarles que él tiene; que le piden fas, pues fas y medio. ¿Y le duele? ¡Quiá!. Está contento; él, con que ellos estén a gusto, está contento. Pues esto, Doña Rosa, con tanto deleite, con tanto placer, ni es chantaje ni ná, que parecen las bodas de Canaán.

Y hablando de chantajes, otro día lo haremos de los aranceles interiores o de cómo caciques miopes hundieron Castilla y, con ella, a España, en favor de todos estos países y paísillos tan oprimidos e invadidos ellos.