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19 de enero de 2006

Amargura


Lo que más me entristece no es que descoyunten el archivo, arramplando con las vértebras que quieran, sino que no tengan en cuenta que, en el ser humano, la humillación siempre engorda el fondo de rencor que, a su vez, alimenta a la bestia: la venganza.

Y hoy, muchos, por ejemplo los que hemos visto con paciencia cómo han ido despareciendo las obras de arte de nuestros pueblecitos para enriquecer patrimonios ajenos, nos sentimos humillados. Y la necesidad de venganza genera una respuesta de ansiedad tan fuerte que obnubila a la razón.

Estos déspotas deberían tener esto en cuenta. O es que el deseo de venganza que generó tantas matanzas entre serbios y croatas no tuvo su inicio en el afán de humillar al otro. Que lo sepan, como en el caso yugoeslavo, hay gentes que no quieren que los descabellen mansamente y, cuando el rencor inevitablemente supere el umbral de todos a la vez, el deseo de venganza, por desgracia, será imparable.

Eso es lo que me pone triste y me produce profunda amargura.

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