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12 de julio de 2011

Miguel Ángel Banco: mi mártir personal.

 Porque la Iglesia Católica es como el ovillo del que salía el hilo con el que tejía Ariadna, que lo que unos curas tejen por el día otros destejen por la noche, hace tiempo abandoné su disciplina ideológica, pero no gran parte de su herencia cultural y ética.

La vida de muchos de los mártires católicos es el espejo que fortalece la autoestima religiosa de muchos de sus fieles, provocando en muchos de ellos cambios profundos en su concepción de la vida próxima y la eterna.

Un efecto parecido causó en mi el secuestro y posterior asesinato de Miguel Ángel Blanco. Como Pablo, cuando camino de Damasco mordió el polvo, la muerte de Miguel Ángel me lanzó definitivamente del caballo de la idiotez progre. Ya había tenido algunos tropezones serios, propiciados básicamente por el hallazgo de la radio de Antonio Herrero, que me hizo comprender que eco-pacifi-progresismo no es más que sectarismo al cubo. Sin embargo, la luz definitiva apareció con el martirio de este joven vasco, del que hoy casi nadie se acuerda y al que los políticos profesionales querrían borrar definitivamente de nuestra memoria. Descanse en paz.

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Este animal de al lado disparó dos veces en la cabeza de Miguel Ángel Blanco.

Vemos en el cine, habitualmente películas USA, cómo en ocasiones existen en las cárceles algunos reclusos que se dedican a ejercer de justicieros en el caso de cobardes criminales, autores de feroces crímenes. Me gustaría ver la película de éste de al lado.




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- ¡Mariano!, que no te marcas un gol desde el verano